Una tradición que tiene mucho que ver con el asunto de las relaciones mágicas con los demonios es el tantra. Por un lado, el llamado sendero de la mano derecha persigue alcanzar la vía de la iniciación a través del sexo más sublime, el tantra en su estado puro. Por el contrario, el de la mano izquierda, relacionado con el satanismo, es un despertar de las pasiones primarias y animalescas del ser humano. En definitiva, sexo y magia para alcanzar la iluminación…

Ni qué decir tiene que la mayor parte de esta producción literaria, a excepción de las traducciones hindúes y budistas, está compuesta por infumables subproductos que aumentan la confusión en lugar de disiparla. Si, por añadidura, intentamos averiguar algo de los aspectos más oscuros del tantrismo, podremos afirmar sin miramientos que nos hemos embarcado en una misión imposible.

El sendero de la mano izquierda es también llamado «Tantra rojo«, en contraposición al «Tantra blanco» del sendero de la mano derecha, constituido por prácticas socialmente aceptables que incluyen el amor y la dedicación a la pareja. El tantra izquierdo es tan antiguo como el derecho y nada tiene que ver con los tantras de nuevo cuño que, en palabras del orientalista Georg Feuerstein, «poco más tienen en común con el tantrismo tradicional que el nombre».

Sin embargo, son muchos los occidentales que cada día se inician en estas prácticas y consideran quizá que viniendo de un entorno cultural del todo diferente al judeocristiano el satanismo en este supuesto tal vez resulte un poco menos «satánico».

Para que sea propiamente del sendero de la mano izquierda, las prácticas deben ser consideradas extrañas y chocantes por los mismos que las llevan a cabo, sean éstas sexuales o no.

¿Cuál sería pues el tantra rojo en términos de nuestra sociedad y creencias actuales? Hoy en Occidente se tolera casi cualquier clase de actividad sexual, con tal de que no cause lesiones y sea mutuamente consentida.

¿Dónde estaría el tantra sexual de la mano izquierda para un occidental? ¿Dónde se encuentra esa experiencia chocante cuya fuerza puede abrir de par en par las puertas de nuestra percepción?

En una sociedad donde cualquier práctica imaginable ya ha sido filmada y fotografiada hasta la saciedad, poco se puede hacer en el terreno del sexo que encaje en esta categoría.

El lado salvaje

Puesto que hoy es casi imposible que un occidental utilice el sexo para llegar a degustar el sabor del verdadero tantra rojo, las situaciones capaces de elevar el voltaje cerebral lo suficiente como para provocar el choque tántrico que lleva a la apertura de la mente se circunscriben al terreno de lo excepcional.

Un ejemplo realmente profundo de este tipo de experiencia tántrica que accidentalmente puede tener un occidental de nuestros días fue la devastación mental que sufrieron los reclutas estadounidenses enviados a Vietnam, forzados a asesinar a otros seres humanos.

El contraste entre la placidez de su Norteamérica natal y el horror definitivo y sin paliativos al que se vieron expuestos moldeó y deformó aquellas jóvenes mentes hasta límites que nadie podía sospechar.

Y a juzgar por lo sucedido a algunos de aquellos jóvenes militares, esta clase de experiencia, buscada voluntariamente o no, puede enviar a la persona en un viaje, temporal o permanente a las montañas de la locura. Mientras que el tantra convencional es más o menos seguro para cualquiera, esto no siempre es así en lo referente al tantra izquierdo.

Estas prácticas, que pueden hacer estallar la mente en un relámpago de súbita iluminación, pueden también destruir a la persona. Algunas prácticas de sadomasoquismo muy extendidas en Occidente se pudieron considerar tántricas en este sentido.

Si nos fijamos, esta definición del tantrismo izquierdo nos proporciona un apunte de las razones profundas que pudieron tener las desaforadas orgías que se celebraban en las logias de los clubes del fuego infernal o en las fiestas del Papa Borgia.

En cualquier caso, el que decida seguir este oscuro sendero debe decidir si el daño psicológico y emocional que puede ser causado, tanto en sí mismo como en otros, es compensado por lo que se puede obtener a cambio. Es el dilema de Fausto otra vez puesto en juego; el conocimiento y la sabiduría a cambio de arriesgar la propia alma. Así pues, aunque el sexo es solamente una pequeña parte de las prácticas tántricas, determinados actos sexuales pueden instar transformaciones masivas en el individuo.

Yogis y practicantes del tantra saben, además, que el uso del sexo como herramienta puede ser peligroso de otra manera. Si las prácticas sexuales del tantrismo se utilizan para la mera satisfacción sexual en lugar de para el progreso espiritual, pueden conducir a una ininterrumpida espiral descendente hacia la perversión y la decadencia. El tantra izquierdo está a nuestro alrededor, y seguir su canto de sirena supone arriesgarlo todo –amor, vida, cordura…– en una azarosa búsqueda de liberación.

Energía sexual

Claro que, como suele suceder en estos casos, tal es el celo de determinados autores por no caer en estos excesos que ciertos manuales, a pesar de ser sexualmente muy explícitos, terminan siendo anti-tántricos. Algunos de ellos se muestran claramente fóbicos hacia ciertas formas de sexualidad –la homosexualidad y el sadomasoquismo especialmente–, e irresponsables en algunas de sus aserciones médicas –hay quien ha escrito que el sexo anal provoca cáncer–. Estos autores pretenden ir en contra del Vama Marg –el tantra izquierdo sobre el que acabamos de tratar– pero sólo consiguen animar los prejuicios sociales y las restricciones compulsivas en materia de relaciones que el tantra busca disolver.

En una época en la que el sexo se ha convertido en otro artículo de consumo resulta de vital importancia explorar en profundidad este fenómeno entendido desde una nueva perspectiva: la espiritual. Venimos a este mundo como consecuencia del acto de procreación conocido como sexo. Con la única excepción de aquellos que han sido concebidos mediante inseminación artificial, ninguno de nosotros estaría aquí de no ser por la cópula de un hombre y una mujer, e independientemente de las circunstancias podemos afirmar casi con total seguridad que el placer fue la motivación central de ese acto.

Desafortunadamente, la mayoría de nosotros ha perdido ese ingrediente especial que nos mueve más allá del mero placer físico hasta una dimensión más profunda. Mucho antes de que la presunta civilización dominara nuestra cultura y nuestros actos, los seres humanos cultivaron el arte de emplear el placer para superar los límites de los sentidos, más allá de lo material, más allá del orgasmo. Hace miles de años, se alcanzó un alto grado de conocimiento que llevó al descubrimiento de una fórmula alquímica para transformar la energía sexual –que a lo largo de la historia ha recibido nombres tales como chi, fuerza vital, prana, etc– y emplearla para entrar en un estado de comunión con la divinidad. Su filosofía espiritual mantenía que la sexualidad debía ser como un rito.

Por desgracia, según se iban imponiendo los valores masculinos y agresivos en nuestra cultura, se fue perdiendo esta profunda conexión espiritual asociada a la energía vital del sexo. Siendo algo innegable que la sexualidad impregna cada aspecto de nuestra existencia, es triste que el más sublime acto de la vida –la concepción de un nuevo ser– esté hoy día corrompido por el miedo, la culpa y la negatividad.

Sexo e iluminación

Hubo una época en que la práctica del tantra formaba parte de un modo de entender la vida, en lo artístico, en lo cultural y en lo personal, presidida por la armonía interna y con el Universo. Quienes así vivían se encontraban en un estado de gracia. El tantra, el arte de la sexualidad espiritualizada, era para ellos la herramienta básica para acceder a una vida plena.

A juzgar por la cantidad de publicaciones al respecto, el tantra vuelve a estar vigente, al ofrecer al hombre del siglo XXI una forma alternativa de alcanzar la trascendencia. Tantra es entrega total, al renegar de todo condicionamiento mental, emocional y cultural, de modo que la energía de la vida pueda fluir sin ningún esfuerzo. La palabra «tantra» tiene muchas definiciones, aunque con toda seguridad su verdadero significado se perdió hace mucho tiempo.

Según algunos eruditos, proviene del sánscrito y significaba tela o tapicería, en referencia a que la vida sería un inmenso telar en el que las diferentes existencias se cruzan como los hilos de una trama. Otros son de la opinión de que proviene de dos palabras sánscritas diferentes: tanoti y trayati. Tanoti significa ampliar la conciencia y trayati liberar la conciencia. Jugando con estas definiciones se podría decir que el tantra amplía y libera la conciencia hasta hacer al ser humano consciente del tejido de la existencia.

Esta ciencia poética de la sexualidad se remonta, como hemos dicho, a miles de años atrás; no se practicaba solamente en la India y el Tíbet, sino en todo el lejano Oriente, Polinesia y en culturas indígenas de todo el mundo. Por ejemplo, la cultura cherokee, nativa de América del Norte, practicaba una forma de tantra llamada quadoshka, que era utilizada como vehículo para alcanzar un estado de comunión con la divinidad y el Universo.

No es de extrañar por tanto que la tradición judeocristiana haya considerado satánico todo lo que rodea al tantra. Al contrario de lo que ocurre en el ámbito occidental, éste trata la energía sexual como algo positivo, más que como algo merecedor de ser suprimido o, como poco, reducido a cuchicheos de alcoba. Niega el sexo o lo considera un obstáculo para alcanzar los más altos grados de iluminación espiritual. Por el contrario, el tantra es el único sendero espiritual que afirma que el sexo es sagrado y no un pecado o algo contra Dios. Tal vez sea porque el acercamiento tántrico a lo sobrenatural es confiado y amistoso, no tímido y temeroso como estamos acostumbrados a calificarlo por estos lares.

Sexo contra la neurosis

Por supuesto que, salvo en lo referente a la vía de la mano izquierda, el histerismo que determinados sectores fundamentalistas cristianos muestran hacia el tantra, tildándolo de práctica diabólica, carece de fundamento. Hay una hermosa palabra sánscrita para designar al sexo, Kama, que significa el sexo y amor a la vez, de forma unida e indivisible.

En tantra, el sexo es siempre una manifestación de amor. Todos conocemos, aunque sea por referencias, el Kamasutra, una obra clásica del siglo VII que no es sino un tratado tántrico del arte de hacer el amor. Kama es también el nombre de la diosa hindú del amor. Y el amor es lo que anima al tantra; amor incondicional, total, incluyendo la mente, el espíritu y el cuerpo. En el Kamasutra, el contacto genital es solamente una de las muchas clases de cópula.

Por otro lado, el tantra también ayuda a cambiar la naturaleza de las relaciones y vuelve a los miembros de la pareja menos dependientes, celosos o neuróticos. Las parejas tántricas tienden a ser más armoniosas, divertidas y llenas de energía. Tal vez ello se deba a que han descubierto que la relación que buscaban en el exterior ya estaba dentro de ellos mismos.

Hoy día son legión los que han decidido experimentar formas alternativas de mejorar su calidad de vida, como la medicina china, el reiki, los diversos tipos de terapias físicas y psíquicas que han aparecido en el seno del movimiento new age, etc. Sin embargo, pocos, a excepción de los taoístas, utilizan el mayor canal de energía de nuestro cuerpo –el sexo– para el logro de la trascendencia, de la inmortalidad y la iluminación. Dicho todo esto, cabe afirmar que lo tántrico es generalmente considerado como un peligro social.

A fin de cuentas, la sociedad contemporánea considera la neurosis como un comportamiento normal, y en según qué ámbitos –como la política, la competencia empresarial o los debates televisivos–, incluso deseable.

Nuestra actual estructura social y cultural apoya la división y ha creado profundas brechas entre individuos y naciones, manifestadas a través de la violencia, la guerra y, en general, un mundo sin belleza ni amor.

La cultura occidental utiliza el sexo para la manipulación –modelos tan atractivas como ficticias son utilizadas para vender coches, jabón y otros productos que pretenden encerrar la llave de la felicidad cuando ni siquiera terminan de cumplir satisfactoriamente los propósitos para los que fueron diseñados– mientras que al mismo tiempo suprime la libre expresión de la sexualidad.

Al manipular de manera irresponsable una fuerza de tal poder hemos creado el caldo de cultivo perfecto para la neurosis y la violencia sexual.

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